La ambulancia sesentera.
El vehículo sanitario más antiguo de la capital se estrenó en 1968 - Antonio Sosa la rescató cuando estaban a punto de hacerla chatarra.
Su sirena aún resuena en la memoria de muchos ciudadanos de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. De la Casa de Socorro hasta el parque de bomberos del Puerto. Con una infinidad de salidas en sus 26 años de servicio, su motor Volkswagen marcó un antes y un después dentro del transporte sanitario en la capital.
Un trozo de historia que escapó por muy poco de convertirse en un bloque de hojalata en el vertedero del Salto del Negro.
Ahora es la ambulancia más antigua de la capital.
Un milagro sin intervención divina y tampoco gubernamental.
La chispa saltó de la cabeza de Antonio Sosa Mayor (Las Palmas, 1947), coleccionista de reliquias del motor y secretario de la Asociación del Club de Automóviles de Las Palmas.
"Tenía un gran amigo en el Ayuntamiento de Las Palmas. Era Antonio Betancor, concejal de Bomberos y Policía, que me avisó de que iban a dar de baja algunos coches del cuerpo", comenta.
Se desfloraba por entonces 1994 y entre esos coches del parque de bomberos de Miller Bajo se encontraba una auténtica joya, un Land Rover 109 que estaba listo para marchar directo al desguace. "Era su última oportunidad, si no se iba conmigo era carne de chatarra", comenta Antonio Sosa cuando recuerda su primera adquisición del cuerpo.
La Alcaldía no puso pegas para que el coche saliera en forma de donación al Club de Automóviles de Las Palmas, donde el particular se encargó de su total recuperación para convertirlo en una de las piezas más destacadas dentro del museo del Club.
No obstante, con la cesión de este coche no se extinguió su pasión por los vehículos oficiales de los bomberos de la ciudad. "El concejal me comentó que si estaba interesado en algún coche más que ya estuviera en desuso. Yo no me lo pensé y le respondí que por supuesto. Fue entonces cuando me dijo que en el vertedero del Salto del Negro había más coches que ya se habían depositado para convertirlos en chatarra", asiente Antonio Sosa Mayor.
En 1997, y sin pensarlo mucho, fue con otros compañeros del Club del Automóvil al basurero de Salto del Negro. Delante, un panorama desolador para un amante del coleccionismo de coches. Entre las toneladas de basura acumuladas en el centro de tratamiento de residuos se sondeaba la figura de una furgoneta Volkswagen T2, cubierta hasta la puerta de tierra y basura. "Era un montículo de tierra y residuos que ya llevaba años allí. La tierra cubría el coche al menos 50 centímetros de carrocería, más o menos hasta la mitad de la puerta", señala, no sin calcular que la ambulancia llevaba en Salto del Negro "unos tres o cuatro años".
Un vehículo que acabó en la chatarra después de un cuarto de siglo de tránsito por la Isla. Primero, bajo el escudo del servicio municipal de ambulancias del Ayuntamiento capitalino, que estrenó el transporte en 1968.
Fue un vehículo sanitario singular en la ciudad ya que era la única ambulancia pública. Junto a ella figuraban las de la Cruz Roja y la de algunas clínicas privadas. Tras la privatización de este servicio pasó al Cuerpo de Bomberos de Las Palmas de Gran Canaria hasta su jubilación por antigüedad, ya entrada la década de los 90.
Su rescate, "una odisea".
"Mis amigos decían: deja eso, vámonos de aquí, con ese coche ya no hay nada que hacer", afirma el dueño de la ambulancia más antigua de la ciudad de Las Palmas.
Pero si algo destila la ilusión de Antonio Sosa para hacer cumplir sus objetivos es proyectar "la imagen del coche después de la restauración". Algo a lo que le añade su pasión por querer conservar los recuerdos de la ciudad que le vio nacer. "Tanto a mí como a mis compañeros del Club, lo que nos gusta, además de los propios coches, es la historia que guardan dentro porque son testimonio vivo de Las Palmas", sentencia Sosa.
Por ello, el primer paso fue sacar la carrocería de la ambulancia del montículo de residuos que tenía alrededor.
Los operarios del centro, con el tractor del vertedero, limpiaron la zona hasta que la silueta del vehículo salió a la luz. Después, con un camión grúa pluma, elevaron el vehículo desde el suelo hasta trasladarlo a Tafira donde comenzó su restauración hasta convertirlo en lo que es hoy, una pieza de museo. "Le faltaban muchas cosas.
El tablero se lo habían llevado, las llantas también. Sinceramente, creí que la chapa iba a estar peor pero pudimos salvarla. Por dentro tampoco había nada pero tenía la matrícula y eso ya era suficiente para seguir con mi ilusión", resalta.
Desde ese momento, se sucedieron cinco años de duro trabajo para este jubilado de banca que comenzó un proceso de restauración para devolver a la ambulancia el esplendor perdido por el paso del tiempo y los años de abandono en Salto del Negro.
Un camino que esta Volkswagen T2 comenzó en 1967 cuando salió construida casi de forma artesanal desde Alemania. "Antes las ambulancias eran ambulancias. No se trataba de coches adaptados como ahora. En su fabricación ya salían con su función sanitaria", explica con pasión.
Si recuperarla de Salto del Negro fue "una odisea", conseguir profesionales que se ocuparan de ella y recambios para la T2 requirieron de un esfuerzo hercúleo. "No hay mucha gente que quiera involucrarse en este tipo de reparaciones. Son delicadas y llevan mucho tiempo, tuve que tirar de amigos", afirma.
Los artilugios que envuelven a la ambulancia también tienen su sello original. Algunos rescatados de diversas T2 abandonadas por la Isla, también a base de adquisiciones por Internet y otros cedidos por los bomberos de Las Palmas de Gran Canaria, como es el caso de las camillas, originales desde su época en activo.
Mecánica, tapicería, rotulación, e incluso el sonido de las sirenas transportan a otra época. Los detalles, cuidados hasta su máxima expresión, salpican la envoltura de la ambulancia que ruge con su motor de escarabajo como el primer día. "Aquí he invertido unos 18.000 ó 20.000 euros más o menos. Mi mujer dice que si estoy loco pero es mi gran pasión y me mantiene con vida", afirma Sosa entre risas.
Esta Volkswagen T2, con 45 años sobre su sirena, posee matrícula histórica. Una distinción que se ha ganado no sólo por su edad, sino también por las innumerables salidas de riesgo en las que participó. Intervenciones que han quedado guardadas en la retina de los vecinos de la capital. Entre ellos el de la fábrica de los Ojeda en El Rincón, donde 11 trabajadores perdieron la vida, o el incendio en la calle La Naval , donde cuatro bomberos cayeron en servicio.
Memoria viva de un patrimonio que Antonio Sosa se empeñó en rescatar.
Su sirena suena pero no despierta alarma sino admiración y recuerdos cada vez que rueda.
Este artículo salió el 31 de julio en el periódico La Provincia de Gran Canaria y me lo envió mi buen amigo Daniel.
jueves, 1 de agosto de 2013
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Excelente historia,Larga Vida a los Air Cooled
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